martes, septiembre 19, 2006

getting there


Parece que finalmente se está llegando a un consenso entre los jueces participantes para determinar cuáles proyectos arquitectónicos serán los elegidos para remplazar las torres gemelas de NY perdidas en 2001. Se verá bien el conjunto, y por supuesto que será sumamente atractivo, una vez más, para los terroristas extremos de Al Kaeda. Calma, también se habla de dispositivos de seguridad para casos de ataque, como la sugerencia de adoptar la ahora famosa posición fetal junto al escritorio de trabajo, en lugar de debajo de él, pues es bien sabido que los objetos pesados se aplastan, pero siempre dejan un huequito al lado donde uno cabe perfectamente (esta dramática revelación también es válida en la calle: uno debe salir de su coche y tirarse al lado hasta que pase el terremoto). ¡Suerte!

Resulta que la razón por la que los celulares deben apagarse al volar en avión no es porque su señal pueda interferir con los sistemas de vuelo de los pilotos. Más bien se trata de no interferir con las señales de otros celulares en tierra. O sea, no molesten a mis clientes en sus llamadas, quieren Telcel et al. Como dice el que me lo dice (The Economist), si realmente fueran un peligro para volar, estaría estrictamente prohibido llevar celulares en un avión. Pero ahora que no se permite la pasta de dientes, ni botellas de agua, que a nadie se le ocurra hablar por su celular y deje sus bacterias pegadas con ese olor rancio de bocina usada por viejitos en residencias de paga por su atención. ¡Abue, te recuerdo!

"Bueno, ese señor no está, yo me encontré el celular sonando aquí, pero ¿para qué llama si se supone que su marido estaba volando? ¿Ya ve lo que hizo?"

 

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