jueves, agosto 24, 2006

And he’s guapo


¿Por qué fascinan tanto las historias de hombres a la deriva? García Márquez con su retrato de un náufrago que estuvo diez días en el mar, Daniel Defoe con el de su Robinson Crusoe, que acampó años en una isla luego de que chocó su barco en un arrecife, ambos basados en historias reales, una sucedida en el Caribe de Colombia y la otra frente a la costa chilena y cuyo relato seguro apareció en la prensa victoriana with morning tea and crumpets, así como derivados hollywoodenses, como la reciente pelota sonriente con su bufón Tom Hanks (debieron dejarlo en la isla). Pero ahora nos llega la madre de todas las derivas, un embarazo de nueve meses y nueve días, parido en las islas más alejadas del mundo (aun para los de allá son alejadas) y protagonizada por mexicanos, como planeado a pedir de boca para desviar la atención del ya decadente plantón capitalino, tan mal visto por la prensa internacional –según los locales preocupados por la apariencia de nuestra avenida esa tan bonita– aunque ya viene el desfile y ya les van a pedir que se retiren. En esta historia de ingenuos tiburoneros en su panga de ocho metros, sin gasolina y sin rumbo, que ayunaron 13 días antes de aprender a atrapar un pájaro y comerlo crudo, beber agua de lluvia, deleitarse con lapas pegadas al casco del bote y anzuelear con el chicote del motor inservible, que ha desafiado la lógica de supervivencia y las olas de tormentas que voltean transatlánticos, mi favorito es el de la foto, el galán, el joven optimista, José Eduardo Vidaña, quien deberá olvidarse de su aburrido pasado pueblerino, el bebé, la novia, y ya asumió el papel heroico de su nuevo yo en este mundo y viajó -ps porque así quiso- en business de Marshall a Hawai, su primera parada de regreso a la patria mexicana que los aguarda impaciente para condecorarlos. Es nuestro nuevo Andrés García y lo veremos diario y terminaremos por despreciarlo, o elegirlo para algo, pero se merece su fama, por no morir mas no por saber hacer algo, y qué bien que esté mamadote (o estará en cuanto regrese al gym) y tenga los dientes derechitos y ojos negros brillantes y sea tan bonachón y cachondo. Es bueno pa’ los ratings (y pa’ mí). Lástima que no pasé en un yatecín para salvarlo. Aunque ya tengo mis propias historias de encuentros con pescadores en el mar. Sí, en el mar la vida es más sabrosa. Es como un limbo. Según recuerdo.

"Sí, tuve pesadillas, pero nada grave."

 

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