miércoles, agosto 16, 2006

comforts of wealth (at a price)


Rey de plata, el de los saltos más elegantes y
y el más batallador de los peces deportivos,
pesa 100 kilos y se pesca todo el año.
Aceptar una invitación a pasar el fin de semana en casa de ricos es paradisiaco e infernal. Entre más dinero, más paraíso y más infierno. El paraíso de Villa Sábalo, una de las mayores y más bellas casas de Las Brisas (donde todas las casas son bellas y enormes) es espectacular, pero para soportarlo hacen falta güevos. Cascadas, ríos, jardines, cancha techada de tenis, discoteca, teatro, gimnasio, alberca con 3 toneladas de agua volada 20 metros arriba del acceso para 10 coches, recámaras y recámaras, perfectamente vestidas y vastas, cada una con su baño gigante con muro de vidrio que da a piedras y bosques -y uno desnudito paradito con su toallita entre tanta inmensidá- y produce chorros de agua y vapor y delicia, salones cerrados aquí, abiertos allá y más altos y con más vista aún más allá, para comer y cenar y desayunar, y palapas dentro y fuera de la alberca para botanear y beber y chacotear. El infierno: el horror que produce a la señora enterarse de que alguien votó por el generador de todos los males del México de hoy. La perspectiva de los dueños de las grandes industrias del país, que tienen tanto que perder de ser cierto que AMLO sea Chávez, es devastadora y desquiciadora y aún más aterradora que el no caerle bien al anfitrión, por más que uno trate de componerle con encantos y sapiencias (y ser guapo). Al menos mi pleito con la mamá fue por razones políticas, y me la pasé de diez con mi amiga la hija, borrachos, bailando, nadando, a risa suelta y mil ocurrencias adolescentes. Al amigo del novio de la hermana de la dueña le cayeron regaños voluminosos por su forma irremediable de ser –machito mentiroso, corrientito. Hasta pena me dio, pero ps que lo tiren a él y no a mí. Por cierto, rentan la casa: 70,000 pesos por noche.

"¡Que le corten la cabeza!"


"I survived Villa Sabalo!"

 

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