farewell, red one
Se retira mañana de la vida pública uno de los iconos más representativos del Swinging London: el maravilloso y simpatiquísimo doubledecker rojo Routemaster, producto de la ingeniería posguerrera, super económico, ligero y sencillo de operar, y muy fácil de usar. En el tráfico, agarraba vuelito en la banqueta y me trepaba a la plataforma de tiras de madera de su trasero abierto, agarrado del tubo brillante (¿iniciarían allí las teiboleras su arte?), le pagaba al boletero y me contorneaba subiendo la escalerilla espiral para buscar asiento arriba, donde además se podía fumar antes del 93. Lento pero seguro, chico por fuera y muy amplio por dentro, cálido, íntimo, infalible, empezó a ser sustituido por modernidades cuadradotas e incómodas, sin chiste, sin esquinitas oscuras donde arrellanarse, sin boletero de acento cockney y cuentos chistosos y cotidianos, como los de Harold Pinter, el gran dramaturgo inglés, generador del teatro más duro a partir de silencios atinadísimos mezclados con la forma real de nuestro hablar, en frases partidas y confusas, el inventor del slice of life y que acaba de recibir el premio Nobel de literatura y de paso atacó al imperio gringo con astucia y franqueza y toda la razón. Su elocuente discurso de agradecimiento iba por el asunto de las palabras del teatro en búsqueda de la verdad, y zápale a la tangente de cómo lo opuesto es la política, que va contra la verdad para rodear a los ciudadanos con un tapiz de mentiras. La frase “the American people” es un colchón de seguridad que permite dejar de pensar, y aunque esté sofocando la inteligencia y habilidad crítica, es una anestesia muy cómoda. Puso a EUA como el espectáculo más imponente del camino, brutal, despectivo y despiadado, y muy abusado, como vendedor cuya mercancía más vendible es el amor propio, que no sólo mintió para justificar la guerra contra Irak, en un acto de terrorismo de estado que demuestra absoluto desprecio por la ley internacional, sino que ha apoyado e incluso parido casi toda dictadura militar de derecha de los últimos 50 años. Le aplaude al país, por haber ejercitado una manipulación clínica del poder en todo el mundo con máscara de una fuerza en pos del bien universal, como un acto de hipnosis brillante. Además, exigió que a su propio Tony Blair le hagan juicio en una corte internacional de crímenes. Harold, tendrás que gastar tu premio en protección sofisticada. Mejor escóndete en uno de los doubledeckers en desuso.
"Como ya me dieron el cheque..."