lunes, junio 27, 2005

sell it -or buy it, but pay now!


Una vez más están vueltos locos en el mundo del arte. Mientras los más vanguardistas apuestan por comprar el ya ni tan nuevo medio de expresión de arte de video o arte de medios o arte basado en el tiempo, que los artistas inventaron para evitar que los coleccionistas pudieran encerrar sus obras en casa y tuvieran que transmitirse siempre masivamente por televisión o en pantallas de museo, pero que los galeristas ya venden con todo y videocasetera para sacar provecho monetario, los demás coleccionistas recurren con más obsesión que nunca a la tradicional expresión pictórica, el óleo, pagando cifras récord de 5 a 9 millones de dólares por obra de artistas muertos o vivos del impresionismo para acá, que antes ni soñaban estar en esa alta categoría de precios. Un Lucien Freud (no sabía que ya era viejito, si cuando vi por primera vez su obra en el Whitechapel de Londres pensé que era un cochino perverso cincuentón a lo mucho y resulta que tiene 83) de su tierna madurez se vendió en 6.7 millones en Londres y un puntillista gringo, Henri Edmond Cross, por 5.4. Concluye uno de los ejecutivos de Christie’s que o hay mucho dinero (¿dónde?) o ya no hay confianza en los mercados financieros. Pero la escasez de obra tradicional ha dado inicio a la búsqueda del video como arte sustituto, aunque la discusión sobre sus efectos en casa haga dudar a algunos compradores potenciales. Un cuadro nos relaja y aleja del mundo real, esperando que lo miremos sin exigir nuestra atención, seguro de seducirnos lentamente, pero un video grita que le hagamos caso y nos avienta una realidad alterada con violencia. Sólo en un lugar público puede realmente apreciarse un video como fondo (digamos en un antro donde los tipos se masturban en pantalla exhibiendo penes monumentales y uno los mira de reojo, sin prestar mucha atención, o en un museo, donde un hombre con patas de cabra persigue a otro y lo domina a cabezazos y la música hace eco en las paredes de la sala y apaga los murmullos de los espectadores), como sólo en privado un cuadro puede ser el fondo apropiado para una situación familiar (donde la señora se da un balazo porque descubre al esposo copulando bajo el cuadro con un amante comprado en la calle). Es lo malo de mezclar público y privado, como el viernes, cuando ya en el coche atrajimos a un tipo que se sacó el pene. En eso nos cayó una patrulla acusándonos de faltas a la moral por manosearle “el fierro” y les molestó mi queja de que deberían perseguir crímenes más graves, o al menos de tránsito. Bueno, con cien pesos recuperamos la dignidá.

"Cariño, ¡ya basta de fierros!"

 

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