viernes, octubre 20, 2006

a night with ute


Para los viejitos como yo la onda no es ya ir a zarandearse con 300,000 güeyes al compás de la rola que tocaban en el radio antier, sino sentarse cómodamente en la oscuridad de un ambiente de cabaret, pedir copas y canapés y disfrutar a la diva evocadora de un pasado nostálgico, en este caso la Alemania de la Weimar Republik y la genial y maravillosa Ute Lemper, que brillaba en su blancura teutona bajo luces de mil voltios y se reía con el público de sus chistoretes y ligues del momento, siendo anoche las diseñadoras gemelas mexicanas Claudia y Marinara, según las apodó y que tanto picaron su curiosidad erótica durante toda su presentación. ¿Por qué es tan tremenda? La fascinación siglo veintera post guerras inauditas por todo lo alemán, la belleza y presencia dietrichiana de esta vampiresa, estar cerca de una vampiresa, una vampiresa que lo dice todo, como sus deseos de mujeres, y de hombres ricos, pero sin ellos, pero aparte de toda ella en su persona, pues principalmente por oírla cantar y dejarse seducir por sonidos cargados a tope de otros lugares, otras épocas, otras sensaciones, que tejen la complejidad cultural del mundo, nos ofrecen una respuesta y nos alivian, como dice su letra, de la depresión de la realidad cotidiana. Desde las burlas cabareteras de los aconteceres políticos de los años veinte y de ahora hasta los lamentos de sonoridad apabullante de los nómadas en los desiertos árabes, pasando por las tristezas optimistas en yiddish y las trágicas comprobaciones de amor de los cincuenta franceses muy de la Piaff, la mujer es un espectáculo electrizante que uno quisiera continuara y continuara para que su influencia y la del vodka y la de la guapa y amable y picareta Laura hicieran brillar la noche para siempre en mi memoria de amores.

 

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