we are not here
Mientras corrijo un libro que habla de la sociedad maniaca, en la que se nos presiona para estar ocupados, y entre más hacemos menos logramos, cuyo autor sugiere dedicar tiempo a pensar en cómo mejorar la forma de trabajar para eliminar lo superfluo y vivir con más espacio, me entero de que las corporaciones siguen eliminando y arreglando para ahorrar segundos y ganar millones. McDonald’s lleva casi tres años empleando a una compañía de tomadoras de órdenes para los drive-thrus, de modo que uno al acercar en Honolulu el carro al micrófono junto al menú, la tipa que saluda no está en el local, sino en una oficina de California, y tiene información del clima, hora e inventario de ese restaurancito frente a la playa; de inmediato llena la forma electrónica, la manda a la cocina del local, agradece al cliente con la suma de su cuenta y contesta la siguiente llamada, de alguien quizá en Omaha o Anchorage. Usé este argumento en la oficina para largarme a la playa mañana: ya nadie tiene que estar, a todos nos conectan y seremos más eficientes, trabajando desde temprano en vez de perder horas en el tránsito. Me dejaron ir si me callo la boca (chin, justo ahora que hay cero tráfico, qué delicia).
"hagamos la ola, ¡sipi-rilí!"
Reconozco que hay trabajos en los que el equipo es esencial, el esfuerzo personal enorme y la gratificación de participar con el corazón en las decisiones de elaboración del producto, maravilloso. Como en un periódico, donde todos opinan y viven en un café gigante de discusión eterna. El gran espacio editorial del Reforma, donde he tenido el gusto de mirolear como invitado, se antoja para lugar de trabajo; intenso, excitante, y con la palabra se forma parte del tejido diario de la vida nacional. Soy flojo, prefiero la playa.
"¿ps dónde quedó la ola?