that valentine thing
Dicen que en gustos se rompen géneros, pero resulta que todo mundo tiene el mismo gusto. Hallmark, el parangón de la cursilería impresa, acaba de mostrar los resultados de su análisis de qué tarjeta se vende más en qué ciudad: la misma. Sí, las masas son una masa y ya lo sabíamos. La tarjeta ganadora, que se vendió cinco veces más que la siguiente, es sencillita y linda. Al frente, sobre la foto de una enorme rosa roja con un listón negro (esto del listón negro es weird, y me hace pensar que tenemos remedio), dice “Para el/la que amo”. Toda azucarada e intensa, adentro dice “Cada vez que te veo, te abrazo, pienso en ti, lo que hago es... caer profunda, loca, felizmente enamorado/a de ti. Feliz Día de San Valentín". Pero lo más interesante, de nuevo, es el negocio. La mayor empresa de tarjetas del mundo, que tiene 4,500 empleados y cuyos poetas (de premio Nobel), diseñadores, fotógrafos, tipógrafos, y demás producen sólo para el 14 de febrero, en un proceso de calidad controlada que puede durar hasta dos años, 2,000 variantes de recados de amor, para este día vende tarjetas a 35 millones de gringos, a US$ 3.50 en promedio, que dan 122 y medio millones de dólares. Y queda Navidad, la fecha que más vende, más los millones de feliz cumpleaños, mejórates, estoy contigos, enhorabuenas, por fin te graduates, divorciates, recasates y otros eventos dignos de marcar con tarjeta en su sobre. Según cuentan, el origen de la costumbre del recado amoroso es militar. En el siglo tres de Roma, Claudio prohibió a los soldados casarse, porque solteros peleaban y mataban mejor, y un padre católico llamado Valentín decidió casarlos en secreto. Lo cacharon y metieron al bote, donde se enamoró de la hija del carcelero, y antes de ser ahorcado le envió una tarjeta de amor firmada “Tu Valentín”. De ahí que se pregunta “¿Serás mi Valentín?”. Oh, so sweet.