miércoles, febrero 08, 2006

the force is with you


Tuve un fin de semana letístico (vi a mi amiga Leti). El sábado comimos y bebimos en Contramar, mmm, cheladas oscuras, tostadas de atún crudo, rollos de camarón fritos, fideo con pulpo y almejas, robalo picado con especias y soya, brownie mojado en chocolate, expresso doble y anís campechano en rocas. El domingo nos fuimos a las últimas baratas del PH, pero sólo encontré unas pesas muy cool y civilizadas que cargué por toda la tienda y terminé odiando, en lo que ella se probaba lo que yo le escogía y se le veía muy bien y acabó comprando medio Mango, yo ligando con el guapo mamado que rociaba el nuevo Armani mientras me daba tips para las pesas. El lunes fuimos al centro tibetano a la conferencia de un físico americano convertido al budismo y para celebrar cenamos en el fabuloso Blossom, los únicos allí en la nueva noche de lunes de vagancia oficial, disfrutando la perfección de las hojas de lechuga con pato picante, sopa de calamar, pollo con ejotes, almendras y ajo, camarones con mayonesa dulce y frutas, arroz frito, con litros de té verde, en lo que discutíamos las enseñanzas del profesor moderno. Si, tuve un flash de comprensión, una epifanía o whatever, cuando nos explicaba el simpático güero que así como Galileo inventó el telescopio, que permitió observar el universo y ser objetivos en el análisis y a partir de datos desarrollar teorías, el estudio de la mente necesita un telescopio interno, algo que permita analizar lo que sucede, para catalogarlo y verificarlo y de allí sacar conclusiones. Pues bien, dijo, cuando dormimos, nuestros sentidos de percepción están apagados: no vemos, ni oímos ni olemos ni tocamos, pero hay algo, un alguien allí dentro, que está mirando los sueños, y que a veces está consciente de estar mirando los sueños. Y ése es nuestro sexto sentido, un perceptor de otra índole, el telescopio que necesitamos para mirar la mente y que los tibetanos llevan milenios domando para recorrerla hasta su más elemental estructura, para entenderla. Y a esos niveles se miran tal cual el río de la información universal, y encima el deseo, tan básico, tan allá, tan importante. El deseo de ser, de vivir, de experimentar y triunfar. La fuerza de Obi Wan transformada en las ganas y la seguridad de Bode Miller para bajar a doscientos las montañas, bordeando el desastre y maravillando a los espectadores. ¡Gana todo, hot Bode!

"pero no dice nada del downhill skiing"

 

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