sunny kingdom
Ahora que estoy corrigiendo un libro sobre las amantes de los reyes europeos, me sorprenden detalles vistos en clases de historia secundaria pero nunca comprendidos en términos de uno, de lo normal, de hoy. ¿Cómo que un escuincle de cuatro años hereda el trono francés? Claro, su tío regente lleva las riendas hasta que cumple trece, pero no sé qué demonios pudo haber decidido sobre la forma de llevar su país en la adolescencia, fuera de qué duque debía presentarle qué camisa qué mañana, ni quién lo pudo haber tolerado con el ego tan elevado (todos tuvieron que hacerlo). Además, resulta que Luis XIV se la pasaba cogiendo con cuanta mujer se le pusiera en frente, hasta la esposa de su hermano, y para hacerlo, la nombraba marquesa o duquesa, le daba un palacio, carroza y joyas, y gualá. Cada retrato de una de esas mujeres haría una película llena de vicisitudes y horrores, triunfos sobre las rivales, magnificencia de la corte y tristezas inauditas de telenovela barata, dignas del Oscar del año. Se han filmado detalles de la vida esplendorosa de la corte francesa de entonces desde perspectivas extrañas, como la de Vatel, el cocinero de un conde que quiere complacer al rey, o de Lully, el músico que lo apoda Rey Sol en una obra donde actúa. El pasado persiste en nuestra imaginación como algo maravilloso, irresistible y tristemente irrecuperable, pero insistimos en la posibilidad de verificar los hechos improbables con pociones mágicas o máquinas que nos transporten, viajes por túneles del tiempo, aunque lo más que hemos logrado es llegar a través de la literatura, y su expresión visual, el cine. Lo verdaderamente extraño es que nuestra rutinaria vida presente sería para los del pasado un increíble viaje al futuro, mucho más lejano. Ya vivimos en el futuro, y no nos gusta. ¿Por qué será que el glamour de lo antiguo nos llama tanto, y los avances los ignoramos? *Suena el celular, que baje* Olviden lo que estaba diciendo. Terry me acaba de mandar con su chofer un frapuccino de Society, signature coffees, de aquí arribita en La Noria. Ni Luis XIV.
"och, con un segway daría vueltas toda la noche"