martes, agosto 30, 2005

News flash: 7th September!


No mezclar peras y manzanas, decía la miss de primaria cuando en clase de aritmética nos enseñaba algo que ya olvidé. Pues los de Motorola y Apple también lo olvidaron, porque el próximo miércoles siete mostrarán al mundo el fruto de la unión coital de los dos accesorios (ipod y celular) más populares de la historia reciente para el joven y cool ciudadano de mundo: el nuevo cellpod, o imobile o applephone o como sea que le vayan a llamar al aparato que unirá ambas funciones en uno solo. Yo casi ni oigo música fuera de casa, así que me tiene sin cuidado, pero el asunto promete golpes y rasguños en las tiendas y corajes de quienes acaban de adquirir sus gadgets separados. ¿Qué aplicación puede tener? Por ejemplo, si uno está trepado en su techo después del huracán, pues llamar a emergencias y esperar el helicóptero escuchando las canciones favoritas. Pero con tanta música, si alguien llama, el problema será oir el teléfono, o pensar que hablan los de green day o 50 cent. ¡Qué susto!

"Yo también quiero cellpod"

"El mío tiene audífonos de diamantes"

martes, agosto 23, 2005

Young and old, and couples

Ahora que en la parrillada de la chica en aprietos vi los cambios radicales de Mario, que sospecho son a partir de su ingreso al canal once para hacer su servicio social, y ya llegó todo cuco con corte de pelo más fresón, lentes caros y chamarra cool, vislumbré su futuro como productor de canal televisivo, manejando el destino de sus empleadas estrelluchas y galanes muertos de hambre y satisfaciendo las fantasías eróticas de su público:

¡La onda es pasarla bien (caro, mi chalet en Aspen)!
Y me vi perdiendo mi permanente asoleado artificial, el pelo invadido por las canas que ya me acechan, con la piel colgante y la vejez en los ojos pero con mi mensa actitud de adolescente todavía neciamente aplicada todo el día, explicando por centésima vez por qué traduje infiel como disloyal y no como unfaithful (es cuestión de fraude, no de novios, digo con aplomo), y el bostezo amenazando romper la ilusión de seguridad:

¡Sí, en verdad soy feliz (odio la vida)!
La otra es que ayer me llamó Terry de Nueva York y dijo que me extraña, que llega el sábado y debemos ir de reven. La amé, me hizo el día. ¡Alguien me recuerda! Nuestra más reciente foto juntos, de teléfono chafa, pero mordiendo amorosos el clavel del deseo:

¡Nos queremos tanto (¿¿yy mmii ggaalláánn??)!
Pensé que el guión sobre nosotros encargado por Julia para un concurso en EUA y que debe quedar listo a fines de septiembre podría ser exitosísimo (iluso) y de llevarse a la pantalla con presupuesto grande (más iluso), el casting de nuestros personajes sería así:

¡Pero Terry es árabe! ¿Y tú qué, Higo? ¡Jajaja!
Bueno, si no gana mi guión urge que alguien use a estos dos mangazos para la versión porno -de Oscar- de Romeo y Julieta o Tender is the Night (porque lo estoy leyendo) o ya de perdis para Hernán Cortés y La Malinche (sí, también es de un guión que no he terminado, pero están idénticos), antes de que se pasen de buenos (botox, hormonas). ¡Qué química de chispazos harían, eh! Lo mismo digo para esta posibilidad:

¡Conste que somos amigos! ¡Sí, claro (ps sí, ni modo)!

lunes, agosto 15, 2005

On being discovered


En mi juventud, al menos para vengarme de todos los compañeros exitosos, esperaba que alguien me descubriera y organizara mi vida. Un gran arquitecto, por ejemplo, que me contratara así nomás. Casi pasó, según yo (iluso), cuando en una conferencia de arquitectura en Harvard el ponente principal, Philip Johnson, el más vanguardista de los arquitectos gringos del momento y gay –factor importante- vino en el intermedio a platicar frente a mí con otros tipos, pero como no le hablé, pfff!, se esfumó la oportunidad. O un fotógrafo que me quisiera de modelo. Mi amigo de la escuela, Carlos Somonte, quien se volvió famosón luego –y hasta se hizo amigo de ¡Miguel Bosé!-, me tomó cientos de fotos en su estudio (yo todo inspirado), nunca me las dio y nomás supe que un cliente lo contrató por los resultados, pero no a mí. O en teatro, como cuando acepté ir con Gurrola, mega vanguardista en ese tiempo, pero me chivié para desnudarme y me fui. De los intentos de descubrimiento como esos, el que hizo de mí el inglés loco, que me saludó en un bar en Londres y luego me llevó a vivir con él cinco años, es el único que dio frutos: viví padre, viaje por Inglaterra y conocí mucha gente interesante. Pero no tengo en mi haber un descubrimiento que me lanzara lejos, a otro nivel mucho más arriba, como le pasó por ejemplo a Jack Ma, un chinito flaco que enseñaba inglés a pequeños empresarios y como lo llevaron a California a cobrar una deuda, se enteró de la existencia del Internet, empezó a jugar con él en China y fundó alibaba.com, que creció tanto que lo buscó yahoo y le acaba de dar mil setecientos millones de dólares para expandir Internet en ese país gigante. O a Carlos Grangel, españolete de sonrisa permanente, quien estaba trabajando tranquilo en un estudio en Londres cuando Tim Burton pasó por allí haciendo Mars Attacks y notó su trabajo para un corto que luego fue nominado para el Oscar. Le pidió su teléfono, y unos años después le llamó para darle el guión de La Novia Muerta, la más reciente maravilla de Burton y a punto de estrenarse. El caricaturista –en papel y en tercera dimensión- es famoso ahora, tiene un súper despacho, casa en Hollywood y Barcelona, y de paso se hizo cuate de Johnny Depp y Helena Bonham Carter, las voces de la pareja de la peli. Menos mal que me habló el inglés aquella noche en aquel oscuro bar, que de seguir esperando, la novia muerta sería yo (a veces así me sentía, tal cual, al piano y aburridísimo).

“Y se burlaban de nosotros, jajaja, ¡muéranse!”

miércoles, agosto 10, 2005

Not 2001, but 2008 still OK


Ahora que otra vez está de moda el espacio, para la compañía Space Adventure, en Virginia, EUA, hay de quinientos a mil clientes potenciales para sus viajes a la Luna: los mismos que comprarían un yate de cien millones de dólares, el costo del boleto redondo. El incómodo tour es resultado de un acuerdo con el gobierno ruso para enviar, tan pronto como en 2008, a dos pasajeros con un piloto profesional a un viaje de 21 días, dando la vuelta a la Luna sin aterrizar en ella y volver con el impulso de su gravedad. Como el cohete Soyuz no tiene fuerza para llegar hasta allá, se planea enviar una fuente de poder adicional por separado, que se una con el Soyuz en órbita o en la estación espacial internacional (usada la semana pasada por los tripulantes del Discovery) y se siga a la Luna. Hace unos años, la compañía vendió dos boletos de veinte millones de dólares cada uno para dar la vuelta al mundo en órbita, uno de ellos a Denis Tito, quien en 2001 fue el primer turista espacial y está interesado en el nuevo viaje, pero a sus 65 años cree que ya está un poco viejo para tolerar las dificultades, y no le alcanzan sus ahorros, y el otro a Greg Olsen, quien apenas visitará la estación espacial en octubre, pero no sabe si iría después a la luna, pues sólo considera un viaje a la vez. Los técnicos de la NASA confirman la posibilidad de hacerlo, si hay gente suficientemente loca para pagar, y aprueban que los rusos ganen el dinero, pero comentan que si los dos astronautas del Gemini 7, que dieron vueltas a la Tierra durante 14 días en 1965, se quejaron de que el viaje era como vivir en un excusado público, deben preverse las quejas de empresarios consentidos y neófitos (además de considerar quién andará checando el empotrado con el motor extra mientras el capi maneje). El optimista dueño de la empresa dice que el Soyuz es un poco mayor que el Gemini, y tan cómodo como viajar en coche -sí, pero tres semanas, ¡sin paradas! Además, ve un brillante futuro de cooperación con el gobierno, ofreciendo servicios a una base lunar por ejemplo. Ya nomás esperaremos luego encontrar dando vueltas a Saturno la placa de acero que excitó tanto a los simios en la visión de Kubrick y gualá, ¡odisea en el espacio!

"¿Falta mucho? No traje cortaúñas."

martes, agosto 02, 2005

Your body is younger than you

En la permanente insistencia por aprender más sobre nosotros mismos, ha surgido un nuevo método científico para medir nuestra vejez: el carbono 14 disparado al ambiente del mundo por las bombas atómicas probadas en superficie hasta su prohibición en 1963. Una vez superada la noticia de que tenemos en el ADN de nuestras células veneno radiactivo, pues ha sido respirado por las plantas de todos los bosques y comido por los animales y las personas de los cinco continentes, y cada vez que una célula se divide se duplica su ADN radiactivo, podemos apreciar el trabajo del Dr. Frisen, un biólogo sueco, quien aprovechó esta forma “natural” de etiquetar las células para averiguar su edad. Comparando las cantidades de carbono 14 en los aros de troncos cortados de árboles suecos con las registradas en distintos tejidos corporales, resulta que las células de los músculos del pecho tienen un promedio de vida de 15 años, mientras que las que cubren el estómago, como llevan una vida azarosa, sólo duran cinco días. Las células rojas de la sangre recorren 1,500 kilómetros por arterias y venas y expiran a los 120 días. La piel se recicla cada dos semanas. El hígado, que se la vive resistiendo el ataque de todos los químicos que nos metemos, dura de 300 a 500 días. Aun el esqueleto parece ser reemplazado por completo cada diez años. Lo interesante es que el corazón regenera todas sus células menos las de su músculo, el lente interno del ojo es el mismo toda la vida, y no hay neuronas nuevas de la corteza cerebral después del nacimiento (además de que matamos muchas con Absolut). Pero si el cuerpo permanece tan juvenil y vigoroso, y tan capaz de renovar sus tejidos, ¿por qué no sigue la regeneración para siempre? Algunos creen que el ADN va acumulando mutaciones que degradan su información (claro, por eso nos vamos viendo más viejos), y otros dicen que las células madre se debilitan con la edad y dejan de reproducirse. Menos mal, si no, todos tendríamos que ser eliminados por Terminators, enfermedades tremendas o accidentes catastróficos, para no saturar el planeta. O aburrirnos...

"¡Oh, no! Hasta mi efigie ha caído y yo aquí regenerando células."

 

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