We're so dumb!
Se comprueba cada vez con más certeza lo fácil que somos influidos por verdaderas babosadas. Los estudios son muy simples: se baja la luz en un cuarto con blancos y negros y los blancos comienzan a ver caras hostiles en los negros. Se pone un portafolio en una mesa donde se pide un plan de inversión, y éste será mucho más estricto que el del grupo donde se puso un backpack. Si hay desinfectante en el cubículo, los sujetos de estudio limpiarán tres veces más las migajas del pan ofrecido que los del cubículo sin olor. Si yendo al laboratorio te piden detener un café helado, contestarás las preguntas con mayor agresión que si te piden que detengas un café caliente. ¡Qué idiotas somos! Pero las pruebas abren caminos a entender mejor el cerebro. Tenemos zonas primitivas, como el antes llamado cerebro reptil, donde se manejan códigos genéticos de supervivencia, que al recibir información externa actúan antes que el cerebro consciente, al que muchas veces ni se le avisa que llegó información y se está juzgando si se acepta la recompensa externa o se pasa al consciente para su consideración (como con el jefe). Pero cuando se satisface el deseo inconsciente, el consciente puede suprimir las respuestas subsecuentes. Por ejemplo, se pidió a unos estudiantes que recordaran un acto poco ético de su pasado, como la traición a un amigo, o uno virtuoso, como devolver dinero encontrado. Después se les ofreció una toallita antiséptica o un lápiz de color. Quienes recordaban actos malos cogían la toalla y los de los actos buenos, el lápiz. Pero una vez satisfecha la recompensa, de “limpiar” la fechoría, según el cableado primitivo, esos estudiantes no tenían problema en rechazar la solicitud de un favor, mientras que los del lápiz seguían sintiéndose obligados a cumplir. ¿Podemos influir en los demás tan fácilmente? No: otro instinto es reaccionar al revés en cuanto se nota que hay trampa. Y sobre nosotros mismos tampoco. Oh, ps entons pa qué.