oh, can i have that much fun?
Una vez más uno de esos fines llenos de eventos difusos o coloridos, uno seguido de otro, intensos, profundos, valiosos, de los que debe uno reponerse con infinitas horas de sueño para poner distancia y poder volver a la normalidad de la aburrida rutina semanal, de teneborso tráfico para subir a la oficina, donde se pretende amar las traducciones de catástrofes en industrias que ni conozco, se espera la hora de la fondita, la hora de huir, y luego llega la hora de la siesta, y las horas del final del día y del inicio de la noche donde de repente sucede algo que vale la pena. Viernes de noticia mala (se cierra la revista donde colaboro) pero comida rica (Leticia y yo en el Contramar con nuestros pescados y almejas y tostadas) y luego sobremesa eterno en la otra mesa, la del bullicio, con los excompañeros de arquitectura y sus esposas guapas, el productor con chistes bobos vuelto de gabachollywood lleno de proyectos, peli por estrenarse (los malos hábitos, de monjas y bulímicas, jeje pero hasta marzo), mil risas, anises, horas y horas de insana diversión. De allí, visita al antro, ligue rápido –no, inmediato- en cuarto oscuro, para después admirar los cuerpos que bailan, los de los penes erectos que tanto admiro. Pláticas hasta el amanecer con amiguis momentáneos. Dormir dormir, rápido despertar y arreglo para encontrarme con Laura y comer en el nuevo paraíso chino, del original que había en Londres, el maravilloso Zen Central, aquí en el Presidente, con la misma comida exquisita, desde el caldo won ton, hasta los camarones fritos, los filetes en rollo con hongos, el pollo con cacahuates y pimientos, el arroz fritito perfecto perfecto, el té de jazmín, y los postres cruza franco china según entendimos, ricos ricos. Gran vino, gran compañía, gran cuenta infarto provocante, regreso a casa, breviario de internet, cena con Tina que se va para siempre a Londres, oh tristeza, pero gran diversión repasando sus dramas (de novio, negocio, estancia) y nuestros proyectos, con mucho vino, y fuego de la chimenea de la Guadiana en Santa Fe. Vuelta a mi antro de penes, oh adicción, beber, admirar, platicar, ligotear, conseguir pleitillos con novios de ligues molestos –pos yo qué iba a saber- más revelación de diablito tal cual de película sentado en la barra con sonrisa pues diabólica disfrutando la escena, esperando la firma de contratos, o cobrándolos, diciéndome frases catalizadoras (¿por qué las olvidé?) que marcan el cuadro forever. Y de allí al vaporcito rico que ahora sí con el frío húmedo de la ciudad se antojaba mucho y mucho beneficio tuvo. Doble masaje de esas manos machas que tan bien se saben los cuerpos, reparación total de los pies en manos del otro genio, el pedicurista, cervecita para la sed, calor calor y sudor y faje breve de cuartito (misterioso tatuaje), más ligue de gordito peludo sonriente en su cuarto, oh maravilla de su magia que tanto ama. Fin, a casa, a dormir.
"¡Oigan, es sin ropa y sin ellas!"