miércoles, septiembre 14, 2005

weekend marriage


Leticia se retiró del alcohol pero todavía fuma mota y me quiere y me invitó a compartir el depa que le prestaron junto al hotel Villa Vera en Acapulco el fin de semana, después de la plática que dio para unos congresistas, sobre relajación y conceptos de yoga elementales, que puedan absorber y practicar los más recalcitrantes ejecutivos. Me fui el viernes en autobús, para ahorrar, y evitar manejar en la lluvia y la flojera, y llegué justo a tiempo para irnos a cenar al Mezzanote, vacío como todo pero nos dieron un delicioso filete de pescado fresco en salsa de limón con espárragos, además de entradas de hongos con camarones al ajillo y un queso argentino planchado. Luego paramos en un Sky lounge bar que resultó bastante cursi, con camitas veladas y meseros torpes, pero la vista al aire libre de toda la bahía era maravillosa. Cansados, nos regresamos a dormir, por separado, pero al día siguiente caminamos muy juntos y de pareja, yo cargando su bolsa con orilla de plumas moradas de avestruz, y ella de tacones de brillantitos muy naquis playeros, a la playa del Elcano, de las más tranquilas y padres, y pasamos por el vestíbulo de ese hotel de refugiados españoles, de inocente look neo retro de espectacular resultado, para tirarnos en camastros en la arena y consumir todo tipo de ofertas playeras. Yo de inmediato las cervezas heladas, Leti los collares de concha cortada bastante bien hechos, ambos los Oakleys fakes pero cool, buenos y baratos para contrarrestar el sol, y masaje playero de dos chicas locales que pasaron su niñez meneando la panza en las mismas arenas y ahora nos impartían terapia de pareja, tropical y de doble sentido, pues Leti había inventado que nos estábamos divorciando. Para terminar y renovar bríos matrimoniales pedimos dos docenas de almejas recién traídas de Zihua por su pescador en su carro. De regreso en el condominio, pasamos la tarde en la alberca, solos, menos por el mozo, que me llevó a la azotea a contemplar el panorama y me hizo cosas secretas y deliciosas. Y el domingo igual -sin compras. ¡Qué servicio! Amo Acapulco. Pero no tomé fotos.

"Mi vida, ¡vaya que funcionan las almejas!"

 

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