martes, septiembre 06, 2005

egotistical fun


¿Cómo hablar de mis fiestas mientras la ciudad de la fiesta se ahoga en las aguas de la ira divina cristiana (¡por sodomitas!) o musulmana (¡por Iraq!), o de las autoridades inútiles que nunca reforzaron sus diques, con estudios de atroces resultados en mano y ejemplos de exitosas barreras mecánicas de Holanda y Londres en fotos a color? Quizá cuenta si quedé ahogado igual, pero con tequila, el jueves, hace ya tanto, como el huracán, feroz lengüetazo natural o destilado, el de agua y viento de consecuencias inconmensurables para los próximos meses y años, el de agua de fuego para las escasas neuronas aún vivas, aunque mis estragos (perdí mi celular, pero lo recuperé, me perdí en las cuadras de la Roma como en laberinto renacentista pero encontré mi casa y llegué a mi trabajo ebrio y pestilente pero no lo perdí) muy pronto se desvanecieron, no como en nueva Orleans, que se pudrirá bajo el sol y se perderá históricamente, como Lisboa en su terremoto, Londres en su incendio de 1666, Pompeya en las lavas de su Vesubio, y tantas más, que marcan para el futuro la vida pasada, y los recuentos o dibujos o fotos nos hablan de ello, como las mías de la fiesta de Carlos Somonte, amigui de la secundaria, luego de la inauguración de su exposición fotográfica en el salón de la imagen en la Ciudadela. Me divertí mucho, en su mundo de magia y reencuentros, y bajo el efecto del tequila penetré las historias de sus fotos, reconocí su fuerza y originalidad, y le di un lugar definitivo a su obra en mi concepción de lo que hace a un artista genuino. Le repetí que lo amo y brindamos. No me dio envidia su éxito, sino admiración y orgullo (pero soy más alto y tengo más pelo).

 

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