miércoles, diciembre 15, 2004

world of chocolate


Ahora que hace frío, se antoja comerse unas confecciones de los más exquisitos chocolateros del mundo, residentes de la capital del chocolate, París, donde acaba de ser la feria del chocolate, con todo y Chocodance. Tan fanáticos son, que tienen una sociedad, el Club des Croqueurs de Chocolat, que otorga barras de chocolate en vez de estrellas a los mejores lugares. Encabeza la lista con cinco barras La Maison du Chocolat, en Avenue Madeleine, el clásico de clásicos, que este año presentó nuevas creaciones con vino tinto, y su tradicional bombón de menta es tan fresco y natural que cualquier otro sabe a plástico. El único otro con cinco barras es Hévin, en la rue St. Honoré, y su creación de firma es el Longchamp, con praliné de chocolate, bizcocho de avellana, merengue, chocolate y almendras. El tercero, con cuatro barras, castigado por llamarse pastelero y no chocolatero, es Pierre Hermé, quien además es más arriesgado y presenta sus novedades según la temporada con todo y pasarela, como ahora el Azure con jugo de yuzu (mandarina japonesa), o el pH3, un juego de tres bolas de golf de chocolate blanco, cada una con el monograma de pH3 en verde, amarillo o rojo, para avanzar en grados de acidez desde manzana caramelizada hasta mermelada de limón. Sus tatuajes de chocolate son muy solicitados. El asunto es que los conocedores prefieren, como el tinto al blanco, el chocolate oscuro. Y si ese oscuro tesoro de sabor salió de aquí, ¿por qué demonios no rebasamos el Tin Larín? Bueno, las trufas amargas de Arnoldi se derriten en la boca y elevan del piso, pero pocos las conocen. Además, el chocolate tiene el mismo ingrediente que el producido en el cerebro por la sensación del amor, así que es buen sustituto, o mejor aún. Vive le chocolat!

 

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