jueves, diciembre 09, 2004

angelina the great


Algo van a tener que hacer en Hollywood con esta hechicera, porque apenas aparece, uno pierde todo interés por la trama principal de la película para preguntarse dónde esta ella en esos momentos y por qué diablos no está en pantalla. No me importa si Alejandro Magno está acribillando a cien mil persas en el desierto, ¿por qué no trajo a su mamá para que le diera sabios consejos a media batalla, lo sedujera con serpientes y labios de multidimensiones y nos hipnotizara con sus ojos de laguna verde? Al menos uno aprende a dilucidar las tácticas militares y anticipar las traiciones de los generales griegos poniéndole atención, cosa que Alejandrito hacía muy obediente como un Oliver asoleado (o Prince Harry) antes de ser Colin Farrell, pero que rehusaba a escuchar ya de adulto bisexual necio, güeriteñido de salón con cejas asimétricas de azotador de pantano, casado con una morena tetona de los Himalayas y lamiendo el oído de su comandante hippie mientras le echaba el ojo al esclavo sirio. Odio los pleitos confusos de millones de extras envueltos en polvo y secuencias incomprensibles, pero estas batallas están bien filmadas y tienen el encanto de ser tan reales y primitivas, que permiten apreciar el gusto masculino por el combate, y hasta la cara de Colin llena de sangre se ve sepsi, como que enmarca su ambición de grandeza –ah, no, la de Alejandro Magno. Hay elefantes aterradores que aplastan a los guerreros como plátanos maduros, ruedas de carreta cercenadoras de piernas bronceadas, vistas de águila para apreciar el asunto general, que animan el pleito, además de espectaculares jardines de Babilonia, absurdamente gigantes, como Nueva York en el desierto, Faro y Biblioteca de Alejandría resplandecientes de mármol nuevecito, foros griegos de escala pueblerina, místicas aldeas tibetanas, inspiradoras vistas de montañas nevadas y húmedos monzones de amenaza derrotadora, que lo mantienen a uno con las neuronas a todo lo que dan, pues el diálogo no ayuda mucho y el Hannibal Lecter de sábana blanca se la pasa retocando el pasado para que lo escriban sus escribas –bien rápido que lo hacían, y caminando. Colin se puede regresar a Irlanda, pero Angelina ya merece su propio personaje de hiperrealismo histórico: ¿Cleopatra la egipicia, Catalina la rusa, Angelina la gringa? Mi mamá, ¡que sea mi mamá!

 

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