viernes, noviembre 19, 2004

oh moma, i love you!


Ahora que abre sus puertas después de cuatro años de rediseño, los neuróticos citadinos de esa simpática civilización nada que ver con el resto del país analfabeta de que forma parte están felices de volver a su amado Museum of Modern Art, para contemplar piezas fundamentales de la memoria colectiva de Nueva York, que representan en conjunto los ideales de vanguardismo y sofisticación cultural de sus habitantes. Pero el museo se reconoce como eso, un guardián y expositor de los valores artísticos más importantes de una época ya pasada, no un descubridor de nuevas tendencias. Es un recinto de nuestra historia del arte más cercana en años, pero más remota en aspiraciones. El futurismo del siglo XX sigue en el futuro. Hoy lo kitsch impera, y expresa un regreso a la complicación. Mis recuerdos más intensos de comunión con una abstracción artística superior son de allí, descubriendo por primera vez la inmensidad y fuerza del Guernica, la locura racional de Pollock, la severidad compositiva de Barnett Newman, la burla social de Warhol. El MOMA es el corazoncito de una ciudad veloz, creída, ingenua, poderosa, que se reinventa grandioso y serio pero que mantiene su humor, para poder nutrir de sangre de arte a su bello cuerpo de rascacielos. Y quiero volver a su interior, ¡ya!

 

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