martes, noviembre 16, 2004

yes, let's go skiing!


Apenas dejó de hacer calor hace unos días, las tiendas ya pusieron sus adornos navideños -muy inspirados este año, con bolitas rosas, azules y moradas en simpáticos arreglos florales o grupos de paletas de dulce (de unicel) gigantes- y están apareciendo las ofertas turísticas para ir a despilfarrar los arduamente ganados -y ya súper gastados- pesitos en los sitios helados trepados en montañas majestuosas de Colorado y Banff. Todo esto deprime, claro, porque uno se pone su saco de invierno de lanita suave para enfrentarse a la mañana inhóspita, y a mediodía ya está el pavimento reflejando el calor del sol eterno de la meseta polvosa, los precios de lo que se antoja están de terror, y los viajes serán astrales, porque ya no hay nada en el cochinito. Pero qué tal las memorias de aquellas épocas en que los mexicanos éramos los amos de la presunción y pasarse quince días en el mejor hotelito de Vail -Pepi Gramshammer's lodge- era de lo más normal. Uno se codeaba con Barbra Streisand, a quien había que ver con desprecio en el comedor por invasora presumida y no saber esquiar, por más que en secreto la amara por inspirarme a cantar sonoramente en la regadera (no one's going to rain on my paraaaaaaaaaade!), con los Ehrenberg, que esquiaban divinamente y yo trataba de seguirlos viendo cómo se alejaban de mí cual Concorde sin ruido, los Senderos, Arizmendi et al, y evitaba como la plaga a los intrépidos niños ricos gringos que bajaban las montañas arrazando con todo a su paso. Deslizarse a velocidad vertiginosa por esa nieve fresca y perfecta, con vistas del valle nevado y los pinos enormes sumidos por copos blancos, era la sensación sublime de plena libertad. El silencio, la inmensidad, la pureza del aire, la energía generada, daban ímpetus para conquistar el mundo. Ya para el atardecer el frío congelaba la nariz y orejas, los pies dolían como tortura iraquí, las piernas temblaban de agotamiento y uno odiaba la estúpida vacación, juraba nunca volver y se metía en el bar con chimenea enorme, a beber vino caliente con frutas y luego cenar platillos austriacos, para terminar dormido profundamente, igualito que enfermo de hospital anestesiado, hasta la mañana siguiente de terror, para iniciar todo de nuevo. Papi, paga, me urge esquiar, mira qué bien lo hago!

 

Powered by Blogger