weekend with mom
Nos invitaron a una comida sofisticada y la primera queja fue que no había botanas. Estuvimos dos horas y media bebiendo (yo cuatro vodka tonics y un schnaps) antes de la sopa, que fue un maravilloso bouillon de boeuf avec bolitas de tuetano (forró perfecto el estómago para las 3 copas de vino blanco que la acompañaron), luego unas deliciosas rebanadas de puerco asado a las brasas con papa al horno y crema agria ( con 4 copas de tinto) y un helado de vino (¡más vino!) y ya luego el pastel alemán con tres copas de champaña. Y entonces llegó una extraña dama, y los comentarios de mi mamá y sus amigas fueron lindos: parece Joan Collins; sí, pero la caricatura. Es el peinado. ¡Es pelo o un brillo pad? Está tan restirada que seguro duerme con los ojos abiertos. ¡Es la Catrina! La mujer, exótica y capaz de hacer correr aterrado al más atrevido de los escuincles que ya tocaban el timbre por su calaverita, se acercó a mí y preguntó de quién era tan apuesto caballero. Mi mamá y sus amigas gritaron que de ellas y yo le dije al oído "soy tuyo". Se sentó a mi lado y me habló de su proyecto de la Malintsin. La amé, reímos, bebimos (yo 8 vodkas más) y quedamos en que leiría su novela, haría el guión y se lo presentaríamos a mis contactos de cine (inventé miles). Nos saltamos al casting, la parte divertida: Salma Hayek para Malintsin, y Russel Crowe para Hernán Cortés. Les adelanto esta noticia para que luego no digan que no avisé. Faltan ya sólo como seis años de lucha, entre la horrible tarea de hacer un guión, conseguir financiamiento, filmar, y distribuir. Bueno, calma, la Catrina es poderosa, e insistente. No me dejó cambiar de silla y yo no quise hacer enojar a esa mujer de ojos inmensos. ¿Le habré vendido mi alma al diablo?