the painful truth
¡Qué rápido pasan de moda las cosas en estos blogs! Apenas la semana pasada todo mundo instaló su tag para comunicarse instantáneamente, y ésta reclaman que ya se quite y no se paran ni las moscas por allí, luego de los insultos de metiches foráneos. Un recurso es parecer tener tag, pero es una foto fija, y el nuevo es ya no visitar ningún blog, por pura flojera. Quizá en un mes estemos jugando matatenas con los de la cuadra, y corriendo a gritar un dos tres por mí y por mis compañeros. Lejanos tiempos aquéllos. Nunca pude saltar en la llamada rayuela ni aventar el kleenex ensopado con tino ni recuerdo cómo se llamaba acá. ¿Avión? Mis favoritos eran los rompecabezas de mil piezas, y llegué a armarlos a velocidades vertiginosas que sólo lograron el odio de mis primas. Los primos ni se enteraban, se la pasaban jugando a matar animales, que luego los llevaron a convertirse en médicos. Uno de ellos me operó la nariz. Y encima de la moda, lo crucial para mí es que ya no me van a estar pagando por postear. Si quiero poner algo, tendrá que ser de noche, a la luz de una vela rancia. Hay demasiado trabajo, vienen a checar cada minuto y no puedo concentrarme en ninguna de las dos actividades, así que no pondré mucho, sobre todo porque ya nadie comenta. Suenan los famosos grillos.