eagle and sun
Anoche fue lunes lluvioso de antros vacíos, pero el comelón conocedor se dirigió, como nosotros, al mejor restaurante de nouvelle cuisine mexicana del planeta Tierra, el Águila y Sol de Martha Ortiz, hija de Martha Chapa, la pintora de las manzanotas. Es una casa blanca en Moliere, de interior súper moderno y sobrio, con metate gigante como fuente y ya. El asunto es deleitarse con los manjares servidos allí, visual y gustativamente. El único otro detalle decorativo es una tenue luz verde que emana de debajo del mantel, brillando en el florerito inclinado por el agua y dando a los comensales glamour de cabaret. Todo estuvo exquisito y me dio un gusto enorme que Astrompeta y Sonia disfrutaran y que se llevaran tan bien. Tanto, que se aliaron en mi contra y rieron fanfarrones criticando mis faux pas (¿por qué le dices a la dueña que se ve cansada? para que no me olvide, ¡si me adora!) después de cada mordisco de ensalada de flores silvestres o fideo seco en salsa pasilla o miniquesadillas variadas o lomo de cerdo tierno en salsa amarilla con mango o chayotes tempura. Yo disfruté mi pescado bruja, de textura maravillosa y diferente y cocinado a la perfección, y robé pedazos de lo de los demás. Bebimos margarita de tamarindo y Sonia muchos tequilas. Para cuando llegó el postre, creme brulee de mamey, que estaba de no mamey, mi amiga de años ya había invitado a Astro a Acapulco. Yo verde, y no de luz mágica. De celos griegos.