martes, octubre 12, 2004

eagle and sun


Anoche fue lunes lluvioso de antros vacíos, pero el comelón conocedor se dirigió, como nosotros, al mejor restaurante de nouvelle cuisine mexicana del planeta Tierra, el Águila y Sol de Martha Ortiz, hija de Martha Chapa, la pintora de las manzanotas. Es una casa blanca en Moliere, de interior súper moderno y sobrio, con metate gigante como fuente y ya. El asunto es deleitarse con los manjares servidos allí, visual y gustativamente. El único otro detalle decorativo es una tenue luz verde que emana de debajo del mantel, brillando en el florerito inclinado por el agua y dando a los comensales glamour de cabaret. Todo estuvo exquisito y me dio un gusto enorme que Astrompeta y Sonia disfrutaran y que se llevaran tan bien. Tanto, que se aliaron en mi contra y rieron fanfarrones criticando mis faux pas (¿por qué le dices a la dueña que se ve cansada? para que no me olvide, ¡si me adora!) después de cada mordisco de ensalada de flores silvestres o fideo seco en salsa pasilla o miniquesadillas variadas o lomo de cerdo tierno en salsa amarilla con mango o chayotes tempura. Yo disfruté mi pescado bruja, de textura maravillosa y diferente y cocinado a la perfección, y robé pedazos de lo de los demás. Bebimos margarita de tamarindo y Sonia muchos tequilas. Para cuando llegó el postre, creme brulee de mamey, que estaba de no mamey, mi amiga de años ya había invitado a Astro a Acapulco. Yo verde, y no de luz mágica. De celos griegos.

 

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