martes, abril 24, 2007

the wangchuck dynasty


El rey de Bután nació cuando yo, pero a los 17 años él heredó un país y yo un Opel Olímpico, aunque su país es pequeño, con un millón de habitantes y superficie como Quintana Roo pero sin playas ni mar y todo en subida, de 90 a 7,500 metros del punto más alto de su montaña de los Himalayas. Es la tierra de los dragones que rugen, por los truenos que se oyen de noche en los montes, y en todo el país está prohibido vender y fumar tabaco. Sólo hay un aeropuerto, escasos turistas (6,000 al año), que deben quedarse en los hoteles nuevos de lujo, no hay un solo semáforo, apenas se introdujo la TV en 1999 (y ya tienen Desperate Housewives) y el Internet hace dos años, y todos los habitantes deben usar las cómodas batas caseras de lindas telas, ropa que data del siglo XIV. Es tan silencioso el ambiente que asombra y tan idílico y bello que uno termina rezando en uno de los viejos monasterios encaramados en una ladera. O sea, es tan, pero tan aburrido, que hasta el rey mismo, con todos sus privilegios, abdicó en diciembre (seguro para largarse a una playa con sus cuatro esposas -todas son hermanas) a favor de su hijo, y éste, que se pasó unos años en Andover y luego en Oxford, y lleva tres meses de gobierno, acaba de anunciar que ya es hora de introducir la democracia y convocó a elecciones falsas para ver qué tal funciona el asunto. Sólo se pudo votar por dragón verde, azul, rojo o amarillo, pero parece que fue divertido. Ay, tan lindos. La verdad es que los envidio, después de pasar hoy 35 minutos en el semáforo de Reforma-Palmas, aunque llevaba mi novela y yo cool.

"uts, un desfile más en bata y los mato"

"yes, long live democracy, I'm outta here"

"¡pero somos nosotros las esposas desesperadas!"

 

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