miércoles, abril 11, 2007

brownie lovers


Orgullo gringo, ahora aceptado en la cocina francesa como artículo verídico, el brownie se originó, como casi todo, por error, error de una ama de casa en Bangor, Maine, quien a principios del siglo XX olvidó agregar el polvo de hornear a su pastel y obtuvo una cosa masacotuda y aplastada que le supo rico y empezó a ganar adictos. Desde entonces, la búsqueda por el brownie perfecto ha tomado dimensiones diabólicas, pero después de cien años se llega al consenso de que lo mejor es olvidarse de ociosos agregados culturales como los malvaviscos, la crema de cacahuate, el polvo de chipotle, la mermelada de naranja, el queso crema y demás inventos (sólo la mota permanece como ingrediente de primera para dividir los brownies fresas y normales de los culturalmente avanzados, producto de la setentera emancipación mental por drogas de los hippies gringos y sus seguidores en el resto del mundo libre –no comunista). Lo apropiado es concentrarse en los ingredientes básicos y ponerles más, mucho más, y de mejor calidad, lo mejor que haya. Al principio sólo se usaban dos onzas de chocolate, cantidad imperceptible hoy. Y las firmas francesas más finas, como Callebaut, ahora producen chocolate de pureza extrema en barras utilizables en casa. Ya nomás se contacta al dealer en Oaxaca para que envíe las mejores puntas de cannabis y voilá, con mantequilla neozelandesa y azúcar morena de las islas Mauricio, se obtienen ricos brownies para rechupetearse los dedos. Y mirar horas el techo.

"Bof, nomás veo que se derrite todo, help"

 

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