we'll have lunch at l'ivoire
Nadie como Terry para evadir la realidad cotidiana. Ayer me llevó a comer al nuevo Ivoire, cuisine des colonies, frente al parque del reloj en Polanco. Es un pequeño paraíso en blanco y negro, terracitas y chimeneas, plantas exóticas y platillos sencillos y originales y deliciosos. Ah, qué feliz fui esas horas que pasamos acurrucados en nuestra esquina, saboreando un carpaccio de pera, alcachofa y hongos, y luego un filete de salmón con salsa de mango sobre cama de pimientos recortados chiquititos, como confeti. De postre, crumble de manzana con helado. Todo acompañado de absolut citrón, copas de vino tinto, express y anís campechano en rocas. Fernando el mesero es super simpático, de sonrisa pícara que obliga a aceptar una copa más. Y había una mesa de yuppies mexicanos, con todo y pulsera live strong, pero más bien el lugar atrae a jóvenes esposas ricas que no tienen qué hacer y disfrutan su aburrimiento rodeadas de los cojines estampados en diseños de toile en blanco y negro, sobre asiento cuadriculado en blanco, gris y negro, con manteles blancos, servilletas de cuadrícula blanquinegra, piso de cuadros iguales, flores blancas. Con tanto blanco y negro, cuando llega el salmón, su color es tan intenso como el sol. Y el parque visto a través de la ventana, verde inglés. La evocación es de una casa campirana de las colonias francesas. ¿Dónde serían? No sé. El caso es que Sergio Berger le atinó con su restaurancito para ofrecer un pedazo de nube a media tarde de depresión de enero, en que todo parece tan aburrido y repetitivo. Terry, vayamos de nuevo, y luego otra vez, anda, para arruinar la novedad de la nube y poder quejarse a gusto.