martes, enero 26, 2010

Cuerna Cool

Nos fuimos los amiguitos más cercanos de JP a pasar el fin de semana en casa de mi Ma en la terrorífica calle Diana y estuvo de lo más a gusto. Pretendimos que era pueblito, y luego de estar tirados en tumbonas en el jardín bebiendo chelitas frías y comiendo quesito y papitas y aceitunas, y echar chapuzones en la congeladísima alberca olímpica (¿o será semi?), nos emperifollamos para cenar en el Fuson, lugarcillo japonés en el mini centro comercial de la calle, que sólo tiene una tienda de colchones, una de pasteles, una de globos para fiestas, una de productos pour les cheveux, un oxxo y el restorancito. Me encanta comer exoticón y barato, entretenidos observando a los tipos estacionarse para cruzar al antro que han abierto, un mitote local con música repetitiva. Y ya de vuelta del tour a pie nos fuimos en auto a buscar acción feromona en los baresuchos que sobreviven con suspiros: uno junto al palacete de Cortés, otro frente a las barracas de soldados en la entrada a Cuerna y uno más en la calle de alta tensión (así sale uno) y con videos noventeros –nos pusimos al corriente y regresamos a dormir sin éxitos de conquista, pero muchas posibles historias no acabadas. En la mañana, otra vez la ilusión del pueblo, cruzando la carretera (por debajo) y llegando al centro comercial mayor, lleno de tiendas modernas (compré una camisa en Zara, por no dejar, y nos probamos todas las chamarras en mega descuento), donde desayunamos tradicionales tecolotes y enchiladas. Más alberca, sesión de fotos acuáticas por la ventana al fondo de la piscina, fuga, parada en mega tortas y vuelta al DF en santiamén. Snif

 

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