back to ogreland
Tanto que disfrutaba mi día corto de trabajo, que ni era corto, sólo empezaba temprano, iba de 7 a 4, con una hora para comer en medio, y me quedaba la tarde para hacer cosas, o nada. Pero volví de mis felices días de asueto en Vallarta, que estaba realmente precioso y de inmensos espacios celestiales, para encontrar que a mi jefe le operaron una vez más el cerebro mientras dormía y ahora trae la cara de ogro de antes y empezó a enviar correos monstruosos para castigar y despotricar. Resultado: debo empezar como todos a las 8.30 y salir como todos a las 5.30, fluir con miles de coches y atorarme en el tráfico, estar de malas, no llegar a mis otros compromisos, nunca poder dejar un recibo o cobrar un cheque a horas de oficina, y tratar de mantenerme despierto a esas difíciles horas vespertinas.