Sí, qué maravilla, poder comprar carro nuevo por 25,000 pesos (lo anuncian en India como el coche más barato del mundo, aunque creo que eso me darían por el mío, ya usadito -y los demás fabricantes de coches están histéricos y asustadísimos porque se les va el mercado de las manos), pero si ya es caótico el tráfico en la ciudad, no quiero imaginar qué pasará con cientos de miles de conductores recién iniciados creando más atorones en las calles, que seguro imposibilitarán llegar a la oficina, cosa buena por un lado, de nuevo, pero mala porque qué feo pasar el día entero dentro de la pecera móvil. La visión hindú quizá funcionaría si todo mundo usara ese auto desechable, en el sentido de que si no hubiera duras botellas de vidrio, las múltiples latas huecas de aluminio tendrían más oportunidad de sobrevivir sin abolladuras si en los amontonamientos llegaran a darse golpecitos inconsecuentes. Además, en la India hay elefantes y vacas en las calles, así que la silueta de este zapatito motorizado quedará muy alterada en poco tiempo (como en Acapulco, cuando un caballo le dio al coche de mi amiga un rozón con su nalgota en un segundo y lo sumió un buen, y hasta le dejó pelitos en el borde, lo que me sirvió de evidencia de mi inocencia cuando llegué por ella al aeropuerto y se quedó mirando perpleja su vejestorio de cosa toda chueca en lo que el maletero guardaba las valijas y rescataba los largos pelos con gran risa). Pero está simpático; yo le compraría uno a Hugu, si hubiera baro.
"Sipi, Tata Nano, anden, digan, quiero uno, o dos"