la fin de la reine
Finalmente le cortaron la cabeza a María Antonieta con el humanitario invento de inicios de la revolución francesa, la famosa guillotina, luego de haber estado confinada al dilapidado palacio des Tuileries en París dos años, uno más en la oscura torre du Temple y unos meses en una celda húmeda de la Conciergerie, toda sucia, desnutrida y enferma, a siglos de distancia de su vida esplendorosa en la corte de Versalles. Al cerrar el libro supe que la intensidad de los asuntos de la pobre reina, condenada a sufrir la muerte por el bien del destino del país al que había llegado como la más suertuda de las princesas con el premio mayor, había influido en mi propia desesperación por salvar mi affair avec hugui, y que los temores que me acechaban eran infundados, pues nadie venía a cortarme la cabeza. Así que los cambios en nuestra relación se deben a nuestras propias circunstancias, al progreso natural de llegar a conocerse, y así hemos pasado de una monarquía divina que vive en el derroche y la diversión máxima sin considerar las consecuencias, a una república democrática en la que ambos vamos con cuidado, proponiendo actividades culturales y de esparcimiento más calmadas, con suficiente (¡demasiado!) tiempo aparte para reflexionar y considerar el desarrollo de nuestros deseos. No sé. ¡Que vuelva la monarquía!
"Sí, aquí se está mucho mejor, basta de portarse bien!"