miércoles, febrero 16, 2005

long live the king


El 16 de febrero de 1923, hoy hace apenas 82 años, Lord Carnarvon y el Sr. Carter abrieron el último sello de la entrada a la tumba de Tut-ankh-Amen en Luxor y quedaron impactados por la belleza de los objetos que habían permanecido intactos desde hacía 3,400 años. Los reyes de Bélgica viajaron con seudónimo para ser de los primeros en admirar el más importante tesoro descubierto en tiempos modernos, y todos nosotros conocemos la magia del antiguo reino egipcio principalmente por la hipnótica y perfecta imagen del sarcófago del joven rey, muerto a los 18 años. El misterio de una civilización tan antigua como avanzada, imaginativa como represora, de ideales inalcanzables y castigos deplorables, belleza inigualable y filosofía de oscuridad abismal, perdura. Hasta yo tuve que ver con esa cultura: en mis andares setenteros fui a dar a un centro futurista en Los Angeles cuyos locos conductores me descubrieron traumas de lejanas vidas previas, uno de ellos causado por mi trabajo de esclavo tallando piedra dentro de una famosa pirámide. Oigan, no, me quejaba, yo era faraón, segurito, si estoy idéntico a Tut, y mi mamá a Nefertiti. Chale.

 

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