go smirnoff, go!
La reciente invasión de carísimos vodkas de lejanos orígenes, sofisticados empaques y vanguardistas campañas publicitarias llevaron al editor de un reconocido periódico (o sea, el NYT) a convocar un panel de jueces vendados para que probaran 21 de los más de 300 vodkas en venta hoy en EUA. El pícaro decidió jugarles una bromilla pandillera a los panelistas e incluyó una botella de Smirnoff, el vodka comercial más antiguo y de mayor venta en EUA. Resultado: ganó Smirnoff. Así que ya no me miren feo cuando pida Smirnoff en los bares, que no es para ahorrar (bueno, a $15 menos por cada uno, después de tres obtengo uno más que si tomara el caro. ¡Vale la pena!), sino por la pureza del embriagante líquido inodoro e incoloro. Además, es de origen ruso. Los Smirnov escaparon de Rusia en la revolución y se establecieron en París, aunque luego vendieron la marca a EUA, donde se anunciaba con el lema: "te dejará sin aliento." Y sin cerebro, pero son detalles. Elizabeth Taylor siempre favoreció el vodka porque no se notaba que lo había tomado (no, para nada, en serio, eso mismo digo yo). La siguieron millones de oficinistas, que cambiaron la ginebra por vodka para sus comidas de tres martinis y poder regresar a la oficina inocentemente (sólo porque el jefe llegaba ahogado en whisky). Ayer disfruté la terraza del Habita con su chimenea prendida mirando las montañas en la tarde gris de invierno y bebiendo Smirnoff tonic. Hasta me sentí ruso. Nomás al hablar. Como decía Oscar Wilde, "A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."