but if you try really hard...
Miren cuán trepador era yo en los 90. Había vuelto de Londres, comencé a trabajar en la Embajada Británica y llegaron a México los Rolling Stones. A mi jefe -alias su excelencia- se le ocurrió invitarlos a cenar a la casa. Reunimos a 60 pero Mick esperaba 600, como me dijo al bajar de la limo y yo lo recibía a nombre de mis amigos rockeros mexicanos antes de presentarlo al embajador, quien se había metido al baño aterrado cuando llamó prince Klaus (el viejito que los financia) para decir que los Rolling estaban llegando -ja, como si hubiera hecho falta abrir paso entre las multitudes, cuando sólo estaba yo en el patio. El baño fue muy usado: cada ratín se metía Mick a polvearse la nariz o algo, y cuando salía yo muy intenso le contaba que su canción había sido mi lema en la prepa, y él ah, sí, claro, y volaban asteroides frente a sus ojos, mientras Keith se tiraba al piso en exageradas reverencias al saludar a las chicas, y el Tom se sentaba enojado en una esquina, mientras el otro (ni idea de su nombre) se sacaba los mocos. Como la Cenicienta, antes de las campanadas se treparon a su carro con todo y guaruras cockneys gigantes y se largaron a un lugar más cool, el salón azul del Ixchel. La noche siguiente estaba yo en la primera fila del foro saludando como si fuésemos íntimísimos. ¡Oh! ¡Ah!