martes, febrero 13, 2007

great discoveries


Resulta que siempre es aplicable el dicho de no hay mal que por bien no venga (¿es así? al escribirlo ya no entendí). A raíz de los atentados de terroristas en aeropuertos y demás, los gobiernos han querido poder identificar sospechosos antes de que hagan sus fechorías. Y los científicos han sudado, pero al establecer puntos de identificación en las caras humanas, han encontrado cómo funciona la mente para reconocer o desconocer gente. Hay un centro cerebral que reconoce objetos y otro especializado en reconocer caras, de tanta importancia para encontrar a la madre con leche en el campamento picapiedra o evitar al bambam enojón. Las computadoras aplican series de mensajes comparativos y destilan millones de imágenes, igual que el cerebro, con cosas bobas como boca más oscura que cachetes, cejas arriba de ojos (al mirar a alguien de cabeza nos parece un total extraño). De repente, hay imágenes cuyas relaciones saltan del centro de cosas al de caras y hacen al incauto sospechar la revelación de un milagro. Sí, cuando una banqueta presenta rasgos de cara, el centro manda señales de identificación y el religioso se hinca y reza viendo a la mismísima virgencita en el pavimento. Oh, qué tontos somos. Pero no todos; por ejemplo, la gringa que primero rezó y luego recapacitó y vendió en ebay su pan tostado con imagen de virgen maría que tanto la sorprendió, por usd 28,000. Es ese el milagrito.

"sicierto, soy la virgen, ¡sáquenme de aquí!"

martes, febrero 06, 2007

new: the e-museum


Ahora que las creaciones de internet llevan siglos y siglos de existencia, el Museo de Arte Contemporáneo en Chelsea, Manhattan, ofrece una expo hiper chafa, chaira y retro, o sea supervanguardista, tanto, que parece de salón de kinder, sobre conceptos famosísimos que dieron la vuelta al mundo y han sido olvidados, como el bebe danzante del 96, que dio pesadillas a Ally McBeal en su programa de tele (argumento por el cual sólo cuando un concepto de internet salta a otro medio masivo más establecido adquiere prestigio permanente, aunque también significa que ya no es cool por rebasar lo exclusivo del internet para conocedores) y que bailaba exactamente igual que yo en mi ingenua (y alcoholizada) impresión de lo cool y sofisticado en esa ñoñiépoca. ¿Qué otros objetos de incalculable valor exponen? Ninguno. Aquí no interesa el conflicto blancos-negros cuyo equivalente sería la nacocultura de internet, muy extensa por cierto; ni el asunto anticivilizado del nike sweatshop, pues tenemos nuestros propios infantes que lavan parabrisas en las calles a las 4 am; y lo peor, aún seguimos buscando que nos cataloguen de 1 a 10 en belleza y simpatía. Lo único interesante, relevante hoy y siempre (bueno, sólo en NY pues el número es de allí), es un número telefónico nada que ver con internet, (212)479-7990, que las chicas decentes dan a indeseables pretendientes que las abordan en momentos inoportunos, y que para no perder un gramo de cool dan con perfecta sonrisa y un llámame de beso volado. ¿Qué le contestan al babas que llama lleno de emoción y expectativas?: “Lo sentimos; la persona que te dio este número no quiere hablar contigo ni verte nunca más. Queremos aprovechar esta oportunidad para rechazarte oficialmente”. Ay, tan corteses. La pregunta obligada es ¿para qué ir al museo, si se puede accesar a todo desde internet? Ps nomás.

"esto es más divertido que el museo ése"

 

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