martes, septiembre 26, 2006

bygone days

Una amiga que está por celebrar sus 50 (yo le gané desde marzo) me pidió una foto mía de chico. Ya se la envié, una en la que estoy sentado en las piernas de Santo Clos en el Foley’s de Houston, con cara de iluso, por la fantasía de fin de año y los regalos que me darían los espléndidos tíos, por pasar mi primera Navidad en los Ustedes Sestatesen Allí, por viajar solo a los nueve y sentirme muy experimentado (el señor de al lado en el avión me explicó que uno no debe sacarse los mocos y embarrarlos en el asiento) cenando en primera clase rumbo al norte. Pero además encontré una foto donde estoy comiendo en el balcón de una fonda en Taxco en 1992. Era tanto más joven, traía así como que retiharto pelo y todo era sencillo y me hacía feliz. Bueno, el pelo ahí sigue, pero canoso y bien cortito. Y no sólo yo, a mis ojos, todo ha envejecido y las cosas no tienen tanto chiste. ¿Qué se pensará a los 60, o a los 70? Uts.

"¿peluquería, guarisdat?"

martes, septiembre 19, 2006

getting there


Parece que finalmente se está llegando a un consenso entre los jueces participantes para determinar cuáles proyectos arquitectónicos serán los elegidos para remplazar las torres gemelas de NY perdidas en 2001. Se verá bien el conjunto, y por supuesto que será sumamente atractivo, una vez más, para los terroristas extremos de Al Kaeda. Calma, también se habla de dispositivos de seguridad para casos de ataque, como la sugerencia de adoptar la ahora famosa posición fetal junto al escritorio de trabajo, en lugar de debajo de él, pues es bien sabido que los objetos pesados se aplastan, pero siempre dejan un huequito al lado donde uno cabe perfectamente (esta dramática revelación también es válida en la calle: uno debe salir de su coche y tirarse al lado hasta que pase el terremoto). ¡Suerte!

Resulta que la razón por la que los celulares deben apagarse al volar en avión no es porque su señal pueda interferir con los sistemas de vuelo de los pilotos. Más bien se trata de no interferir con las señales de otros celulares en tierra. O sea, no molesten a mis clientes en sus llamadas, quieren Telcel et al. Como dice el que me lo dice (The Economist), si realmente fueran un peligro para volar, estaría estrictamente prohibido llevar celulares en un avión. Pero ahora que no se permite la pasta de dientes, ni botellas de agua, que a nadie se le ocurra hablar por su celular y deje sus bacterias pegadas con ese olor rancio de bocina usada por viejitos en residencias de paga por su atención. ¡Abue, te recuerdo!

"Bueno, ese señor no está, yo me encontré el celular sonando aquí, pero ¿para qué llama si se supone que su marido estaba volando? ¿Ya ve lo que hizo?"

martes, septiembre 12, 2006

the mantis syndrome


No podemos dejar de especular cómo habrá estado la escena en el cuarto de hospital con la bella y tierna Anna Nicole Smith tiradota en la cama, junto a la ventana con la vista del mar al final del campo verde de la isla de las Bahamas donde había estado pariendo a su nueva bebita, en los momentos en que llega su hijo de 20 añucos y entonces él muere. Este, esperen, falta algo. Falta mucho. El niño llegó a visitar a su madre y murió dentro del cuarto de hospital. ¿Se resbaló y golpeó de tal forma que nunca más? ¿Venía tan dopado por los nervios que se le cruzó la mezcla y se petateó allí mismo? ¿Dijo un comentario de mal gusto, tipo parece mono araña, o mamá, ps mejor yo mamo de esos pechos famosos, o tu hija y tú me la chupan, o no, mamá, me sofocas, no puedo más, deja de besuquearme? No sé, aquí falta imaginación. Pero aguas con las figuras exaltadas.

"ven a que te abrace, anda, no pasa nada"

lunes, septiembre 04, 2006

what’s wrong with you?


A mí la verdad ese güey australiano con cara de payaso sin pintar y de flequitos güeros partidos al centro a la camilla estacionadora-juega-boliche me daba repelús, a todas horas besuqueándose con anacondas, cocodrilos, arañas, camellos y demás bestias salvajes que deben respetarse y admirarse de lejos con cara de miedo para que no olvidemos que la naturaleza es cabrona y que los humanos somos frágiles y citadinos. Pero ps ya se hartaron los animalitos y le tocó a una linda manta raya, aparentemente innocua, enterrarle su aguijón venenoso, y no sólo eso, sino que cual matador de fama y astucia, se lo enterró en el pecho, justo entre dos costillas y justo en el corazón (en Contoy vi el pie agujerado como Cristo de un marino que había pisado el aguijón de una manta raya: terrorífico). Ahora sí que ¡touché! Muajajajaja, la venganza de los animales majestuosos e independientes hartos de ser mostrados como de peluche. Sí, amiguitos, sólo en Hollywood los héroes corren entre dinosaurios sin ser aplastados y evaden mordidas, picaduras y demás con un salto mortal triple. Pero, ¿habrán filmado esta gran escena?


"hey, espérate a que crezca, pendejo"

"güey, nos están viendo, y comiste ajo"

"¡basta, no me toques yaaaaa!"

En cambio, admiro a María Esther de Capovilla, distinguida y tranquila mujer, quien vivió en harmonía (y aburrida, pues nunca bebió ni fumó) y, admirablemente para una anciana de 116 años, perfectamente vestida y planchada y peinada hasta su último día, sin manchas de baba y sopa, con todo su abolengo y elegancia. ¿Para qué sirve todo eso? No sé, pero se ve cuca. Nació en 1889 (el mismo año que mi abuela, pero ella nomás duró 98), se casó en 1917 (cuando mi abuela se mudaba a Nueva York para trabajar en el diario de habla hispana), enviudó en 1949 (cuando mi mamá se graduaba de la prepa) y murió a los 116 (cuando yo salía de la bloguerfete). ¿Recordaba toda su vida? ¿Escribió sus observaciones sobre un siglo trascendental? ¿Vale más vivir poco y sustancioso que mucho con cero acción? No, mucho y sustancioso, esa es la neta. Pero no todos, eh, no cabemos.


"qué impetuoso muchachito, yo sí le hago caso"

 

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